La caída en desgracia del banco franco-belga esta semana ha obligado a acelerar el anunciado proceso de recapitalización del sistema financiero europeo. El deterioro de la deuda soberana de la zona euro, como consecuencia del descalabro de Grecia, y el efecto contagio que ha supuesto sobre las emisiones del resto de estados periféricos, ha provocado un agujero virtual en los balances de la banca que un previsible impago por parte de Atenas amenaza con convertirse en real de forma inminente. Para las entidades españolas, que acaban de culminar su propio proceso interno de recapitalización, la posibilidad de tener que adscribirse a un programa de refinanciación coordinado desde Bruselas no está tan relacionada con su exposición soberana como con un viejo conocido: el ladrillo.